Ante la llegada a Chile de nuevas fuerzas realistas al mando del brigadier Mariano Osorio y el fracaso del asalto patriota Talcahuano, era necesario mostrar, tanto al pueblo chileno como a las potencias extranjeras, que Chile era un país con soberanía y no solo un territorio insurgente.
De esta forma, el general Bernardo O’Higgins Riquelme, entonces Director Supremo, que se encontraba en las campañas en el sur, procedió a realizar un acto político trascendental: declarar oficialmente la Independencia de Chile.
El 1 enero de 1818 firmó en el campamento de Morrillos de Perales el Acta de Independencia de Chile, la cual fue fechada y nuevamente proclamada en Concepción ese mismo día ante las tropas y el pueblo en la plaza de la ciudad, hoy conocida como la Plaza de la Independencia en su conmemoración. El acta fue proclamada el 12 de febrero de 181, día del primer aniversario de la Batalla de Chacabuco, firmando por Bernardo O’Higgins, Miguel Zañartu, Hipólito Villegas y José Ignacio Zenteno.
Durante la lucha por la independencia nacional, Manuel Rodríguez Erdoiza, al frente de ochenta huasos montados, sorprende a los realistas que resguardan Melipilla y se apodera de la ciudad, confiscando para la causa patriota los fondos acumulados por los recaudadores de impuestos del gobernador Marcó del Pont, llevándose además las armas de la guarnición.
Enfrentamiento en el marco de la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana, en el cual el Ejército Restaurador disputó la posesión del puente sobre el río Buin al grueso del Ejército Confederado.
La avanzada de las fuerzas enemigas al cruzar el río Buin había alcanzado la retaguardia chilena, específicamente a los batallones “Carampangue” y “Valdivia” que se defendieron bajo una tormenta de lluvia y granizo sobre el campo de batalla. La situación del Ejército chileno se veía comprometida, pero bajo la dirección personal del General en Jefe Manuel Bulnes Prieto se resistió la acometida del enemigo; la lucha no solo se remitió a un fuego cruzado, sino también a combate con bayoneta.
El teniente de origen mapuche Juan Lorenzo Colipí, conocido como el “Héroe de los Puentes” -por su heroica participación en la defensa del puente Llaclla-, jugó un papel preponderante. Finalmente, las fuerzas chilenas lograron derrotar a los confederados.
Las acciones de Llaclla y Buin fueron combates menores pero que tuvieron gran repercusión en el resultado de la guerra, al retrasar el avance confederado, dándole más tiempo al General Bulnes para organizar sus fuerzas defensivas en San Miguel y prepararse para la acción decisiva, la Batalla de Yungay.
Acción que marcó el fin de la Guerra Civil de 1851, y la derrota definitiva de los revolucionarios que buscaban remover el gobierno del presidente Manuel Montt y derogar la Constitución de 1833.
Luego de la Batalla de Loncomilla (08 de diciembre de 1851), el general José María de la Cruz reconoció la autoridad del presidente Montt y entregó el mando de sus tropas al general Manuel Bulnes. Con esto, la guerra estaba militarmente definida.
Sin embargo, debían ejecutarse varias acciones para concluirla, ya que los revolucionarios en el norte, al mando de José Miguel Carrera Fontecilla –vencidos anteriormente en Petorca-, se habían atrincherado en La Serena, resistiendo el asedio al que fueron sometidos por los gobiernistas, quienes lograron ocupar dicha ciudad a fines del año 1851.
El foco revolucionario se había extendido también a Copiapó, avivado por el incentivo de apoderarse de las minas. Se habían tomado la ciudad, organizados por el comerciante Bernardino Barahona que, con la ayuda de una fuerza subrepticiamente introducida a la ciudad, depuso al intendente y asumió este cargo.
El ataque a los revolucionarios fue encargado al teniente coronel Victorino Garrido, quien se embarcó hacia Caldera con 200 infantes y dos cañones, mientras los escuadrones de caballería de Copiapó lo seguían por tierra. Garrido desembarcó sin oposición en Caldera, tomó posesión del ferrocarril y avanzó hasta Linderos de Ramadilla, ubicado a 19 kilómetros, aproximadamente, de Copiapó. Allí tomó excelentes posiciones defensivas, resuelto a esperar que se uniera la caballería para proseguir el avance de la ciudad. Tras infructuosas negociaciones con Barahona, comenzó el combate.
Garrido derrota a las fuerzas revolucionarias de Copiapó y luego de ocupar la ciudad el 9 de enero, se pone fin a las acciones armadas de la revolución.
En el marco de la campaña de Lima de la Guerra del Pacífico, las fuerzas chilenas mandadas por el general Manuel Baquedano derrotaron al ejército del general Nicolás de Piérola, presidente del Perú. Esta batalla fue la primera que abrió las puertas de Lima, la capital peruana, para las tropas chilenas.
Se inició con el asalto de la I División contra el ala derecha peruana, que hizo retroceder a las unidades más avanzadas en el sector de Villa. Al haberse extraviado durante la marcha nocturna la II División, que debía atacar el centro de la posición, el coronel Andrés Cáceres que defendía ese sector, envió refuerzos al ala derecha, por lo que el ataque I División chilena fue detenido, debiendo el general Manuel Baquedano enviar a dos de los regimientos de reserva para apoyarla; reforzada de esa forma, la división pudo reanudar el asalto. Cuando la II División entró en combate contra el centro peruano que se apoyaba en los cerros de San Juan, se encontró con una obstinada resistencia de los defensores, la que fue superada mediante el esfuerzo de los regimientos “Buin”, “Esmeralda” y “Chillán”, provocando la brecha que necesitaba Baquedano para lanzar a la caballería a la profundidad del dispositivo, empleando en ellos a los regimientos “Granaderos” y “Carabineros de Yungay”.
En el resto de la línea defensiva, todos los cuerpos peruanos fueron desalojados de sus posiciones; algunos retrocedieron hacia Miraflores perseguidos por los atacantes mientras que otros fueron reagrupados por sus oficiales y se replegaron a las posiciones fortificadas en el Morro Solar.
La segunda fase de la batalla estuvo caracterizada por la decidida resistencia que mostraron los defensores, quienes lograron detener a las fuerzas chilenas de la I División, hasta que éstas fueron reforzadas por la reserva y otras unidades de la II y III División, que habían trepado a las alturas y entrado al balneario de Chorrillos, donde se produjo un combate calle a calle.
El triunfo de Chorrillos tuvo un alto costo en bajas para ambos bandos. Pese a la grave derrota sufrida, el mandatario peruano insistió en la defensa de Lima hasta las últimas consecuencias, rechazando las exigencias chilenas de entregar la ciudad. Dos días después tendría lugar la batalla de Miraflores.
En un momento clave para el proceso independentistas, el bando patriota emitió un decreto en el que dispuso la obligatoriedad del servicio de armas de todos los habitantes entre 14 y 50 años, reclutamiento a partir del cual se debían organizar batallones o regimientos de infantería.
El cuerpo del decreto señalaba que:
“siendo la primera obligación de todo habitante de un país libre prepararse con los conocimientos e instrucción militar necesaria para defender su patria, sobre todo en circunstancias en que la tiranía hace los últimos esfuerzos por destruirla, decreta el gobierno que todo habitante de Santiago es un militar. En cada uno de los ocho cuarteles en que se divide, se formará un batallón o regimiento de infantería compuesto de los individuos que en ellos reside” ("Decreto [en que] se hace obligatorio el servicio militar. Talca, 14 de enero de 1814").
Pese a que las campañas militares dieron por cumplida la Independencia de Chile, al haberse derrotado decisivamente el ejército enviado por el virrey al sur y a las montoneras, hacia la década de 1820 la amenaza realista no había desaparecido por completo, por cuanto Chiloé todavía era el último bastión realista en América.
Por lo anterior, la conquista de Chiloé era una prioridad para las autoridades chilenas. El enclave realista estaba bajo el mando del general Antonio Quintanilla, quien defendía firmemente la isla. El primer intento por incorporar a Chiloé fue ejecutado por el almirante Lord Thomas Cochrane en 1820, el cual no logró éxito. El segundo, en 1824, fue una expedición bien organizada comandada por el entonces Director Supremo, general Ramón Freire Serrano, quien también fue derrotado. En 1826 desembarcaba una nueva expedición de Freire en la Bahía del Inglés, lográndose desalojar a las fuerzas realistas de Antonio Quintanilla de sus posiciones entre el mar y los cerros.
Los combates de Pudeto y Bellavista fueron los últimos librados en América en aras de la Independencia. Al día siguiente de la victoria se firmó el tratado de Tantauco, declarándose la independencia de la isla y el archipiélago, anexándose esos territorios a la República de Chile el 31 de enero.
Esta batalla estalló al día subsiguiente de la Batalla de Chorrillos. Su inicio fue sorpresivo pues se dio en el contexto del armisticio para negociar la rendición de Lima. Mientras el general Manuel Baquedano hacía un reconocimiento junto a sus ayudantes, fue atacado por una cerrada descarga de fusilería proveniente de la posición defensiva. Las fuerzas chilenas, confiadas en el acuerdo, no habían adoptado todavía su dispositivo para el asalto: la caballería y la reserva estaban agrupadas más atrás en Barranco; la I División recién salía de Chorrillos junto a la artillería de campaña, mientras que la II División ocupaba su campamento en San Juan. Solo la III División al mando del coronel Pedro Lagos se encontraba adelantada. Inicialmente, la División de Lagos debió resistir el ataque de toda el ala derecha y centro peruano, que se lanzaron al asalto contra el frente y el desprotegido flanco derecho de los chilenos. La Escuadra chilena rompió fuego en apoyo naval, mientras que Baquedano ordenó el empleo de la reserva junto con una carga del Carabineros de Yungay, logrando rechazar a los atacantes de Lagos. Al llegar la I División se estabilizó el frente, pasando Lagos al contraataque, rompiendo la defensa por la costa y envolviendo el centro peruano por la espalda, quienes no pudieron retirarse puesto que estaban encerrados entre el ataque por frente y la retaguardia. Luego de tres horas y media de combate la tropa de reserva y del Ejército de línea peruano se retiraban de la batalla. La victoria total fue para las fuerzas chilenas. En la tarde del mismo día 17 de enero de 1881, las primeras tropas chilenas entraban a Lima, mientras que el resto del Ejército chileno lo hizo en el día siguiente. |
Tras la victoria chilena en la batalla de Miraflores, el general Cornelio Saavedra Rodríguez recibe la orden de ocupar Lima rendida, al mando de una División de 3.000 hombres. A las tres de la tarde, ingresaron las tropas desfilando al son de las marchas militares. Encabezaba la columna la artillería de campaña con material Krupp al mando del coronel Carlos Wood, seguida por el Regimiento Buin 1° de Línea, el Zapadores, el Bulnes y los regimientos de caballería Cazadores y Carabineros de Yungay. Más tarde se ocuparon los principales edificios públicos.
En un relato sobre este evento se señalaba que: “En esa parada, los soldados habían hecho gala de lucir todo su espíritu militar. Las mitades de infantería giraban como láminas de acero. Las piezas de campaña, brillando al sol como antiguos espejos venecianos, cuajados de rotos tiesos, indiferentes y despreciativos como si a Lima entraran todos los días; y arrastradas por troncos de caballos de un solo color en cada batería, caballos robustos y alegres cual si vinieran de potrero, más que de cosa real, hacían el efecto de un cuadro pintado con los más bellos colores de Meissonier.” (Extracto de “La entrada a Lima. Día antes y días después”. En: “Cuentos de la Guerra y otras páginas de Daniel Riquelme”. Compilado por Mariano Latorre y Miguel Varas Velásquez. Imprenta Universitaria, 1931. Pág. 203).
En el marco de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839), el general Manuel Bulnes, General en Jefe del Ejército Restaurador, derrota decisivamente al ejército confederado del mariscal Andrés de Santa Cruz.
La batalla comenzó con el ataque al cerro Pan de Azúcar, que realizó una columna compuesta por cuatro compañías de cazadores: una del Batallón “Carampangue”, otra del “Batallón Santiago”, una tercera del Batallón “Valparaíso” y la cuarta del Batallón “Cazadores del Perú”. Las fuerzas enemigas atacaron al mando del comandante del Carampangue, coronel Jerónimo Valenzuela, quien muere a la cabeza de su batallón. Tras una reñida lucha, los soldados restauradores llegaron hasta la cima del cerro derrotando a los defensores confederados, pese a que estos últimos contaban con superioridad numérica y con mejores posiciones. Con la victoria de Yungay se puso fin a la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana.
Tal fue el valor demostrado por los soldados chilenos -mayoritariamente mestizos-, que se reconoce a esta batalla como una de las más ejemplares de nuestra historia militar, en cuyo homenaje se conmemora el 20 de enero de cada año como el “Día del roto chileno”. En el triunfo de Yungay también se cubrió de gloria una mujer chilena, la cantinera Candelaria Pérez, quien acompañaba a los soldados del Carampangue. Se trata de la primera mujer de la cual existen registros sobre su participación en el Ejército y en un conflicto bélico. Su participación como cantinera y la obtención de su grado de subteniente por los servicios prestados, marcan el inicio de la presencia oficial de la mujer en el Ejército.
Combate desarrollado en el marco de la campaña del Norte de la Guerra Civil de 1891, contienda que enfrentó al bando gobiernista –del presidente José Manuel Balmaceda-, y a los revolucionarios congresistas.
Debido a la sublevación de las tropas de la guarnición de Pisagua el 19 de enero, partidaria del banco congresista, el intendente de Tarapacá Manuel Salinas dispuso que se organizara una columna para recuperar ese puerto. En Zapiga se encontraron las fuerzas gobiernistas, al mando del teniente coronel Marco Aurelio Valenzuela, y los revolucionarios al mando del coronel Estanislao del Canto, pero no se logró nada decisivo para ningún bando, retirándose ambos con heridos y muertos. El 23 de enero avanzó Valenzuela sobre Pisagua al frente de 400 hombres, dividiendo sus fuerzas en dos columnas, una que se desplegó frente al Alto Hospicio y otra que prosiguió por el ferrocarril para coronar las alturas que dominan a Pisagua por el sur. Del Canto se apostó delante de la columna de Alto Hospicio con 221 hombres, sosteniéndose el combate con hasta las 10 am. Agotadas sus municiones, los gobiernistas hicieron señales de rendirse, engaño en que cayeron los revolucionarios, quienes creyéndose vencedores fraternizaron con ellos para después ser desarmados y apresados. Los gobiernistas avanzaron hacia Pisagua con numerosos prisioneros y del Canto logró escapar.
Sin embargo, la victoria revolucionaria fue parcial, ya que la inminente llegada de más fuerzas balmacedistas hizo insostenible la situación, por lo que resolvieron evacuar la plaza sin nuevo combate. Finalmente, Valenzuela ocupó Pisagua el día 27 de enero. Por estas supuestas actitudes de fraternidad, los cronistas bautizaron estos singulares combates con el apodo del “Combate de los abrazos”.
El que alguna vez fue elegido Diputado en el primer Congreso Nacional de 1811, enfrentó su mayor desafío al ser nombrado Director Supremo de Chile el 16 de febrero de 1817. Bernardo O’Higgins tuvo que poner en marcha y organizar un país independiente, afrontando dificultades y compatibilizando las bases de la institucionalidad con los escasos recursos disponibles.
Muchas de sus ideas y políticas estuvieron inspiradas en el pensamiento ilustrado y moderno, que conoció y desarrolló durante su juventud en Londres gracias a la influencia del general venezolano Francisco de Miranda, su “padre político”. El progreso, el libre comercio, la tolerancia religiosa, la seguridad individual, la libertad de conciencia, entre otros, fueron las directrices de sus iniciativas.
Pese a que las obras de su gobierno significaron un adelanto en diversos aspectos, este no estuvo exento de contrariedades. La seria crisis económica derivada de la cruenta y desgastadora lucha por la independencia, la imposición de impopulares contribuciones forzosas para cubrir gastos militares y la oposición de la aristocracia tradicional y de la Iglesia monarquista que se sintieron perjudicadas por las medidas del gobierno –como la abolición de los títulos de nobleza, mayorazgos y otras medidas-, fueron factores que complicaron la gestión.
Esta animadversión en contra del gobierno alcanzó su clímax cuando la Constitución de 1822 prolongó el mandato de O’Higgins, y a inicios de 1823 estalló una revuelta en Concepción liderada por el general Ramón Freire. Ante una posible guerra civil, en un acto conciliador y patriótico, O’Higgins renunció al cargo de Director Supremo en un Cabildo Abierto el 28 de enero de 1823 tras 6 años en el mando, para luego retirarse y emigrar a Perú.